TRABAJO Y GLOBALIZACIÓN
La globalización es reconocida como una necesidad para el
desarrollo de los pueblos porque es un medio para forzar la
eficiencia de las economías y la eliminación de los estorbos
que la impiden. Ello implica muchos cambios institucionales,
entre ellos, en la legislación laboral.
La globalización es un medio eficaz porque es impersonal.
Se funda en la libertad para competir. Conduce a la eficiencia
porque obliga a abandonar lo que no es competitivo y a
optar por lo que cada quién debe hacer. Es un proceso
dinámico que exige reasignación continua a medida que
cambian circunstancias, y por ello también va acompañada
de cierta inseguridad. Impone la flexibilidad y versatilidad
que optimiza la productividad de todos los que participan,
aceptando los costos de los ajustes para cosechar los
correspondientes beneficios. Logra automáticamente todo
lo que se pretende lograr con una ingenua “Ley de
Competencia”.
En algunos lugares, como Asia, los cambios se han llevado
a cabo en forma más urgente debido a que están inmersos
en un mundo más abierto, bajo la presión de la competencia
que obliga a aumentar la competitividad, de la cual depende
su creciente prosperidad. Por más sacrificios que estos
ajustes causen, la alternativa es peor, pues significa pobreza
endémica.
La revaluación del derecho laboral se debe llevar a cabo
desde el punto de vista de costo/beneficio tanto para los
trabajadores individuales como para la competitividad de la
economía a entera. Ambos aspectos están muy ligados
porque si la economía no es eficiente el nivel de precios es
Trabajo y Globalización más alto y, consecuentemente, los salarios reales no pueden
aumentar. La pobreza no es más que una manifestación de
falta de competitividad.
Como ya está demostrado hasta la saciedad, especialmente
con el ejemplo de los Tigres Asiáticos, el progreso de un
país no depende de recursos naturales, ni de superioridad
racial, ni de la explotación colonial, sino de sus instituciones
jurídicas. Todas las racionalizaciones tradicionales sobre
nuestra pobreza no son más que excusas por autoinflingidos
fracasos. El progreso, manifestado por la disminución de la pobreza,
es decir, por abundancia de bienes coincidiendo con el poder
adquisitivo de los habitantes, tampoco se crea por decreto.
Depende del acierto que se tenga en crear las instituciones bajo las
cuales viven, consumen, producen, intercambian y se sirven unas personas a otras. Es de las instituciones jurídicas y económicas de las que se derivan los hábitos de trabajo, la cultura de respeto a la palabra, a la propiedad, a los compromisos, la tolerancia, el
orgullo y respeto por los logros, los incentivos a la acción
productiva, los desincentivos a la acción empobrecedora, la
aceptación de los riesgos inevitables de la vida, y todas las
demás cosas que las instituciones alientan o desalientan. Hay
instituciones que incentivan lo constructivo y también las
hay que fomentan lo destructivo.
Es la competencia
internacional la que suple
la falta de competencia
interna en los países
chicos y por ello es tanto
más urgente abrirse al
mundo si el país es
pequeño que si es grande.
Es debido a los resultados insatisfactorios de sus economías
que aún los países más avanzados están reevaluando sus
instituciones laborales. Esa reconsideración se impone ante
la evidente necesidad de mayor productividad en relación a
sus rivales y la consecuente competitividad en un mundo de
apertura comercial. Es la competencia internacional la que
suple la falta de competencia interna en los países chicos y
por ello es tanto más urgente abrirse al mundo si el país es
pequeño que si es grande. La objeción que sostiene que como
no podremos exportar nada, nos volveremos un país de
compradores es tan evidentemente absurda que no
ocuparemos su tiempo refutándola.
http://www.cees.org.gt/html/temas/Temascongreso3.pdf
lunes, 26 de mayo de 2008
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